Alguns Esboços... [Assaigos sociologics de Julio Souto]

En el vídeo Globalization is Good, de Johan Norberg, se plantea una visión maniquea e interesada de los Movimientos Anti Globalización que estallaron en Seattle. Johan Norberg defiende “la globalización” (capitalista industrial y neoliberal, se entiende, la de McDonalds, Monsanto, la WTO y el FMI) contraponiéndola a un sistema mundial basado en el proteccionismo estatocentrista. En este sentido, se comprende que la “anti-globalización” aparezca como una postura superada, y de ahí que en los sucesivos Foros Sociales Mundiales el paradigma se haya ido perfilando hacia conceptos, todavía ambiguos, como la “alter-globalización. Cuando parece consensuado que la globalización es imparable, el debate se centra en los modos de conexión (simetría/asimentría).

Sin embargo, pese a ponerme bastante nervioso la versión parodiada y estereotipada que se hace de la turba de Seattle, la que me parece todavía más maniquea e interesada es la presentación de las Corporaciones TransNacionales (CTN), en las que se reedita el mito de unos grupos que, al expandirse por el mundo difunden los valores del mundo occidental (Club de Davos y Faculty Club, que decían Berger y Huntington en Globalizaciones Multiples, 2003).

En otro lugar había usado el análisis de S. Strange acerca de las Corporaciones Transnacionales (CTN), para plantear el déficit de gobernanza global explicado por un triple desplazamiento del poder:

  • – Poder desplazado verticalmente, desde estados débiles hacia estados más fuertes con una capacidad global o regional que va más allá de sus fronteras;
  • – Poder desplazado horizontalmente, de los estados a los mercados y, consiguientemente, a las autoridades no estatales cuyo poder procede de sus cuotas de mercado,
  • – Parte del poder “evaporado”, en la medida en que nadie lo ejerce.

Esto explicaría en parte las dificultades para establecer un ordenamiento jurídico internacional realimente justo y beneficioso para el intercambio recíproco (De la Justicia en el Comercio). En este post quería plantear una aportación de Stiglitz (2006, cap.7, pp. 241-268), acerca del carácter de las Corporaciones Transnacionales.

El capítulo comienza denunciando una serie de imágenes excesivamente criminalizadas de las CTN, principalmente lanzadas desde documentales izquierdosos tipo Michael Moore, como The Corporation o Wal- Mart: The High Cost of Low Prices . Es cierto que desde este tipo de pasquines se suelen difundir análisis apocalípticos que, aunque divertidos en su surrealismo, por lo demás son bastante estériles. Creo que mi favorito en este ranking de la conspiranoia, por delante del Chomsky más propagandista o aquello del fluor en la pasta de dientes para el control mental, es el increible Zeitgeist, sobre todo por su capacidad de invasión y calado (tenían hasta paraeta en la última Fira Alternativa, casi casi Nueva Acrópolis). Aun así, también me gusta mucho por su increible capacidad de delirio la teoría sobre El libro perdido de Enki o “la teoría del astronauta antiguo”: todos somos los hijos-esclavos, creados para extraer oro de la atmósfera, de una raza alienígena que huyó de la Tierra hace millones de años.

Pero en fin, si he comenzado hablando del vídeo de Norberg era para argumentar que showmans del documental los hay en todos los bandos, y que presentar a las CTN como “hermanitas de la caridad” tampoco me parece lo más adecuado. (Otro tema que me gustaría debatir más adelante es el abusivo uso que se viene haciendo de las “hermanitas de la caridad” como figura metafórica de la ingenuidad y el altruismo bobo, como si ser monja equivaliera directamente a ser gilipollas. A ver si me entendéis, no quiero decir exactamente que discrepe y me parezca mal, es sólo que me sorprende y me parece que esa connotación retrata más al retratista que al retratado).

El planteamiento de Stiglitz gira en torno dos enfoques de la Responsabilidad de las Corporaciones:

Para empezar, sitúa la fórmula de la responsabilidad limitada como factor fundamental de la expansión capitalista, al fomentar la actitud de asunción de riesgos empresariales. Cabría plantearse que tipo de riesgos asumen las corporaciones transnacionales, cuando lo que en la práctica posibilita esta fórmula es la estrategia de privatizar los beneficios / socializar las pérdidas que tan famosa se ha hecho desde octubre de 2008 (ya sabéis: Lehman Brothers, Freddie Mac, Fannie Mae…). Ana relata un caso clarísimo en el que BP se lava las manos tras llenar de petróleo el golfo de México. Tal vez esta legislación tuvo sentido en algún momento para impulsar la iniciativa empresarial, pero como recuerda Stiglitz, las legislaciones nos son normas abstractas que deban regir las sociedades humanas por alguna especie de designio divino: son un artificio creado con la intención de satisfacer unos determinados objetivos y debe ser cambiada en el momento que no cumpla dichos objetivos. Con igual simplicidad hablaba Lawrence Lessig (ideólogo de las licencias Creative Commons) de la legislación sobre Propiedad Intelectual: la ley está hecha para el hombre, no está el hombre hecho para la ley.

Por último, Stiglitz deposita una gran confianza en el concepto de la Responsabilidad Social Empresarial (RES), al igual que nuestro profesor Victor Fuentes y otros profesores del Grup d’Investigació sobre la Responsabilitat Social de les Empreses de la Universitat de València. Según esta idea, la erosión de la imagen social de una corporación puede suponer una sanción tan negativa (repercusión en el volúmen de ventas, identificación del consumidor y los trabajadores, etc. ) que los directivos tenderán a invertir más de lo necesario en la protección de la sociedad en la que se asienta, aunque estó le suponga un menor beneficio o un mayor coste. En un contexto competitivo, esto generará un bucle de buenismo en el que las corporaciones acabarán siendo, realmente, “hermanitas de la caridad”).

La principal falla que le veo a esta noción de la RSE es que está poniendo en relación dos ámbitos completamente diferentes, y que no necesariamente están vinculadas: por un lado, la acción de una corporación sobre la economía, la población, y los recursos materiales-naturales; y por otro lado, la representación social de la acción de esta corporación. No es lo mismo “lo que McDonalds hace” que “lo que pensamos que McDonalds hace”: son estos dos campos muy diferentes y complejos, regidos cada uno por dinámicas y conflictos que nada tienen que ver. Podríamos considerar las importantes partidas de marketing y publicidad destinadas a la creación de la marca. ¿Hasta que punto esta construcción de imagen requiere una modificación real de las condiciones de producción? (Klein, 2001).

En todo caso, y aun suponiendo que unos medios de comunicación eficaces, con un compromiso cívico por la transparencia y la vigilancia global de la acción de las CTN, el mismo Stiglitz se muestra algo escéptico sobre la RSE como una dinámica de cambio que pueda funcionar autónomamente:

… Por importante que pueda ser, el movimiento RSE no es suficiente. Hay que completarlo con una normativa más dura. Las empresas realmente comprometidas darán la bienvenida a las regulaciones que refuercen el código de conducta que apoyan en público porque las protegerán de la competencia desleal de las que no se suman a la misma política. La normativa contribuirá a que no haya una carrera de mínimos.

Y en efecto, esto concluye el estudio 2008 del Observatorio RSE:

Los progresos de la cultura de la responsabilidad en el grupo más selecto de las mayores empresas españolas es excesivamente lento y tiene mucha mayor relación con los efectos de la legislación que regula las actividades económicas y las relaciones empresa y sociedad, especialmente en el ámbito de la transparencia y de la rendición de cuentas, que con la existencia de una verdadera voluntad de cambio, verificable en las investigaciones empíricas, en los máximos órganos de responsabilidad de las empresas.

Ante estas certezas, las propuestas de Stiglitz pasan por mejorar la gestión de las corporaciones a través de leyes globales, es decir, limitando su poder. El problema, en el escenario global de gobernanza multifocal, es el mismo de siempre: ¿quién legislará?

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