Alguns Esboços... [Assaigos sociologics de Julio Souto]

El trabajo de especialistas como Emèrit Bono, Ernest Garcia o Jose Manuel Rodríguez Victoriano, (por hablar de nuestro ámbito cercano) plantea un escenario nada halagüeño sobre el mundo que nos tocará vivir durante lo que nos queda de vida.

Si nos centramos únicamente en el artículo de Bono, vemos como el Bienestar Social se ve drásticamente amenzado por nuestra acción sobre el ecosistema. El Cambio Climático se presenta como la punta de lanza de un cambio global que alterará, de forma aun bastante imprevisible, las condiciones de vida sobre el planeta. Obviamente, la repercusión será mayor en escenarios más vulnerables (países en vías de desarrollo), pero esto no implica que en los países desarrollados no vaya a haber consecuencias: disponibilidad de agua, inundaciones, fenómenos meteorológicos extremos, salud pública…

En la raíz de todo esto podemos encontrar nuestro modelo de desarrollo tecno-económico, basado en las energías fósiles originarias del carbono (una buena crítica puede ser la proveída por el trabajo de Alain Gras, en libros como Fragilité de la Puissance). El exceso de emisiones es fundamentalmente la principal de las amenazas planteadas. Frente a este contexto, Bono plantea la teoría Socolow – Pascala como línea general de las políticas orientadas a la supervivencia climática. Esta se basa en el planteamiento de unas “cuñas” (medidas de efectos progresivos en el tiempo) que incidirían en tres campos:

  1. Captura y almacenamiento de carbono (CCS.
  2. Uso progresivo de las Energías Renovables.
  3. Reducción del consumo, en base a nuevas tecnologías y estilos de vida.

Considero que es el tercero de estos campos el prioritario, especialmente el que se refiere a los estilos de vida, ya que sería el único que incidiría realmente sobre los niveles de consumo. Bono se refiere a la emergencia de un nuevo paradigma económico-social-medioambiental. Aquí sería imprescindible un replanteamiento de los mitos fundacionales de la modernidad, especialmente en lo referente a los ideales de PROGRESO y DESARROLLO.

En este punto me gustaría regresar al artículo de Ernest García. En la línea del resto de su trabajo (Medio Ambiente y Sociedad, El trampolín fáustico), García plantea un escenario en el que los límites naturales del desarrollo tecno-económico, tal y como se entendía en la modernidad, han sido rebasados hace tiempo. En este punto, todo cambio “más allá de los límites” se debe plantear en términos de “Desarrollo Alternativo” o “Post-Desarrollo”. El paradigma del Decrecimiento (Latouche, Georgescu-Roegen) se plantea prácticamente como la última tabla de salvación a la que aferrarse antes (o tras) el colapso.

La única forma de moverse en este sentido es que replanteemos nuestros sistemas de concepción del Bienestar. En un reciente trabajo conjunto, Amartya Sen y Joseph Stiglitz firmaban el definitvo certificado de defunción del PIB como indicador del Bienestar Humano. El Índice de Desarrollo Humano (IDH), planteado por el mismo Sen, puede marcar en cierto modo el camino a seguir. Sin embargo, tal vez nos hagan falta indicadores más complejos, dado que ni siquiera el concepto de DESARROLLO (funesto concepto hoy) parece válido para desenvolvernos en el próximo siglo.

En un ejercicio premeditado de “sociología de las ausencias” (Sousa Santos), titulaba este post con el concepto quichwa del Sumak Kawsay (traducible por algo así como “el buen vivir”). Este concepto, que articula una nueva relación del hombre con su entorno reconociendo “los derechos de la naturaleza”, ha sido recientemente incluido como Fuente de Derechos en la Constitución de Ecuador (2008).

Sólo si conceptos de este tipo alcanzan una difusión y estatus simbólico suficiente como para articular discursos coherentes, reivindicaciones potentes, y propuestas políticas factibles (y en este punto podríamos volver a mencionar el trabajo de Manuel Rodríguez, observando la importancia tanto de nuestros instrumentos científicos como de los medios de comunicación con los que nos constituimos como grupo) podremos empezar a construir utopías para el siglo XXI.

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