Alguns Esboços... [Assaigos sociologics de Julio Souto]

(Recensión 2 Estructura y Cambio Social, amb Pep Adelantado, UAB)

No podemos resolver un problema usando el mismo tipo de pensamiento que lo generó.

Albert Einstein

Introducción: construir para comprender, comprender para construir.

En la anterior recensión analizamos el tipo de “racionalidad indolente”, que daba lugar a un tipo concreto de sociedad y conocimiento científico, para después presentar un nuevo modelo de “racionalidad cosmopolita” (Santos, 2005) que tuviese mayor potencia explicativa y solvencia práctica en nuestro tiempo. De igual forma, en esta recensión trataremos de abordar desde la sociología el controvertido concepto de la “globalización”; discutiendo las diferentes perspectivas y aportaciones en ese campo, buscaremos los conceptos, teorías y metodologías que puedan sernos más útiles a la hora de comprender nuestro mundo y dirigir nuestra acción.

Así pues, en este escrito estarán en todo momento presentes las conclusiones del anterior ensayo, tanto epistemológicas (Santos), como teóricas y paradigmáticas (Sztompka, Archer). Estas guías nos ayudarán a comprender cuales pueden ser las perspectivas mejor adaptadas al presente escenario global, puesto que si algo podemos presumir antes de empezar el trabajo es la complejidad de la empresa. Nuestra hipótesis de partida será que el mundo actual es sensiblemente diferente al del siglo anterior, y por tanto intuimos que serán necesarias nuevas herramientas conceptuales para tratar de ordenar (conceptual, no ontológicamente) el caos que nos rodea. Siguiendo el paradigma de la teoría elaborada de la morfogénesis (Archer), no propondremos la existencia de un orden inherente a la estructura y el cambio de la sociedad global, sino que, a modo de fulcro para desplegar nuestra mirada comprensiva y orientar nuestra acción, propondremos clasificaciones y conceptos sobre el fenómeno de la globalización. Partiremos, en primer lugar, de la metáfora de la sociedad-red propuesta por Manuel Castells, pues pensamos que la aportación de esta teoría es suficientemente significativa como para empezar a comprender los procesos complejos que mueven el mundo contemporáneo.

Base teórica: la sociedad red.

La masiva popularización del concepto de Manuel Castells, tanto en el ámbito académico como en los medios de comunicación y debates públicos, hace que nos acerquemos a sus textos con actitud de suspicacia. No obstante, somos conscientes de que estas popularizaciones, que suelen conllevar un discurso vacío e inocuo al statu quo de la estructura social (profundizaremos en este fenómeno al hablar del “desarrollo sostenible”), pueden ser fruto de una simplificación del concepto a posteriori, en su tratamiento mediático o coloquial, sin que el texto original pierda valor o capacidad analítica. Consideramos que el texto de Castells aporta una base conceptual importante sobre la que posteriormente se han elaborado muchos de los trabajos que tenemos entre manos. Así pues, consideraremos el concepto de sociedad-red como punto de arranque, conscientes de sus posibles deficiencias de consistencia intrínsecas (propias del teórico pionero) y las que puedan surgir de la superficialidad de nuestro tratamiento (propias del estudiante ligado a plazos de entrega).

La metáfora de la “sociedad-red” se basa en concebir la Estructura Social del siglo XXI como un conjunto de relaciones articuladas entre la Red y el Ego. Para comprender esta propuesta, ambos conceptos nucleares deben ser exactamente definidos. En estas relaciones bipolares, el ego o la identidad, “se convierte en la principal, y a veces única, fuente de significado, en un periodo histórico caracterizado por una amplia desestructuración de las organizaciones, deslegitimación de las instituciones, desaparición de los principales movimientos sociales y expresiones culturales efímeras”. Por otra parte, “las redes globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan de forma selectiva individuos, grupos, regiones o incluso países según su importancia para cumplir las metas procesadas en la red, en una corriente incesante de decisiones estratégicas” (Castells, 1997a: 29). Es decir, mediante la construcción individual de la identidad, en base a circunstancias concretas y procesos históricos, se trata de dotar de sentido a las diferentes acciones que se emprenden en, contra, o gracias a las redes globales de intercambios. Pero estas mismas redes se mueven siguiendo una lógica de instrumentalismo abstracto y universal que no siempre coinciden con las intenciones de las identidades individuales o colectivas, provocando, en ocasiones, las situaciones mencionadas de “esquizofrenia estructural entre función y significado”. Volveremos a esta esquizofrenia al observar los cambios en el plano ideológico-cultural. Esta tensión bipolar es expresada por S. Strange (2001) como “el problema de Pincho” (al devenir humano, desposeído de los hilos que siempre le habían dirigido), haciendo alusión a la situación en la que se encuentra el individuo a merced de “un conjunto destartalado de fuentes de autoridad enfrentadas”, y se duda hacia donde orientar la fidelidad, la lealtad y la identidad. El planteamiento de las identidades colectivas (“legitimadoras”, “de resistencia”, o “proyectos”) resulta tremendamente útil al tratar de explicar los Nuevos Movimientos Sociales. En este punto es especialmente notable la influencia de Alain Touraine en la teoría de Manuel Castells[1].

Pero como decíamos, las acciones identitarias encaminadas a generar sentido chocan frecuentemente con las dinámicas propias de las redes globales de intercambio instrumental. La estructura de estas redes globales las caracteriza Castells bajo el epígrafe del Capitalismo Informacional. Este capitalismo global difiere del capitalismo clásico (siglos XIX y XX hasta los años 70-80) en parte por la moderada reforma de su Modo de Producción (aun reformado, sigue siendo capitalista), pero especialmente por el cambio en su Modo de Desarrollo (informacional). Castells, recurriendo a las bases de la teoría sociológica, define su concepto de Estructura Social por sus relaciones de producción, poder y experiencia. Según él, la articulación clásica de estas relaciones se ve tremendamente alterada en el último tercio del siglo XX por la acción de la tecnología, especialmente en el ámbito de la comunicación y la información. Es esta reformulación la que le permite afirmar que el capitalismo entra en una fase informacional, donde el elemento fundamental del MD (grado de incremento de la productividad) deja de ser la industrialización, para desplazarse a “la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos” (Castells, 1997a: 32). La acción del conocimiento sobre sí mismo pasa a ser la principal fuente de productividad.

Sobre esta base teórica Castells construye su famosa trilogía (La era de la información) mediante la que analiza múltiples aspectos de la realidad social contemporánea. Considero meritorio este esfuerzo en fabricar nuevos conceptos, dado que el nuevo contexto global (la realidad que se pretende observar) ha cambiado significativamente. Esta perspectiva contrasta con el análisis de Harold Kerbo, que en mi opinión pretende hacer entrar en viejos esquemas un mundo sensiblemente diferente. Su teoría del Sistema de Estratificación Mundial, basado en la división internacional del trabajo y la clasificación de los diferentes estados en “Centro”, “Semiperiferia” y “Periferia”, no deja de ser una repetición a escala global de un esquema triádico clásico, propio de Aristóteles o Platón. Podemos considerar esta perspectiva como una proyección de la estructura social en clases sociales (“alta”, “media”, “baja”) aplicado al escenario internacional. La principal carencia de este modelo es que deja fuera de cuadro múltiples y fundamentales aspectos de la realidad social contemporánea. Este esquema puede ser útil para examinar las relaciones de poder y las dinámicas explotadoras de los diferentes estados en el proceso de producción a escala global, pero su acusado estatocentrismo impide interpretar los movimientos globales de agentes tan importantes como las Corporaciones Transnacionales, los Nuevos Movimientos Sociales, o simples acciones individuales que transcienden las fronteras nacionales. A este estatocentrismo se refiere Strange en la introducción a su texto La retirada del estado (Strange, 2001). Volveremos a este texto en el próximo apartado, para observar los movimientos que se realizan en la distribución del poder y la autoridad entre las entidades estatales y no estatales, tanto en la política como en los mercados.

Para analizar cómo se articulan las relaciones entre los diferentes agentes en este nuevo escenario de Capitalismo Informacional, utilizaremos el esquema de presentación de las Prácticas Transnacionales de Sklair (2003). Sklair organiza los espacios conceptuales de análisis en tres esferas: la económica, la política y la ideológica-cultural. Aunque ambos esquemas no son perfectamente superponibles, estas tres esferas podrían relacionarse con el trío “producción, poder y experiencia” que planteaba Castells, teniendo en cuenta los matices que se pudieran establecer en cada caso. Estableciendo así la distinción en estos tres espacios conceptuales, nos plantearemos cuales son los procesos concretos que se dan en cada uno, recurriendo tanto a los apuntes del propio Sklair como a las aportaciones de otros autores.

Economía y Política: el poder en el Capitalismo Informacional.

Una vez establecidos los tres espacios conceptuales, hemos decidido unificar los dos primeros con intención expositiva. Remarcamos en esta aclaración previa que no proponemos un análisis amalgamado de las dos esferas, sino que estas se conciben como entidades separadas. Dicho esto, es interesante comparar las hipótesis de Strange y Sklair, ya que de la lectura conjunta podemos extraer conclusiones enriquecedoras.

En primer lugar, Sklair habla de las Corporaciones Transnacionales (CTN) y de la Clase Capitalista Transnacional (CCT) como una serie de organismos independientes con intereses convergentes, que ejercen su poder en los diferentes escenarios (económico y político respectivamente) para definir las metas colectivas de las redes instrumentales globales. Es decir, tanto unas como otras tratan de lograr, en sus diferentes espacios, que las metas encargadas a las redes de funcionalidades sean las más adecuadas a sus intereses.

Mediante esta hipótesis de partida, Sklair observa las prácticas (PTN) de las CTN y la CCT en lo referente al empleo, como uno de los eslabones entre las grandes corporaciones y las economías locales. Es fácil desde esta óptica de la connivencia comprender las políticas públicas de “seducción del capital”, que hacen lo posible por atraer a sus territorios las industrias extranjeras, descuidando las necesidades y aspiraciones de la industria local o de sus ciudadanos.

Pero creemos que este planteamiento se enriquece aun más si incorporamos las teorías de Strange, que hacen referencia a un movimiento y redistribución del poder (“gobernación”) a escala global.

Todas las elaboraciones teóricas de Strange parten de dos preguntas: Primero, ¿Quién/qué es responsable del cambio? Y segundo ¿Quién/qué ejerce la autoridad? La respuesta a estas dos preguntas es un nuevo entramado de autoridades estatales y no estatales, que da lugar a lo que llama el Nuevo Desorden Mundial. El entramado se articula en torno a un triple espacio: «Mercado – Política – Tecnología», y en cada uno de estos espacios los diferentes agentes interactúan, compiten o colaboran. Observamos como los espacios de política y mercado vuelven a aparecer, repitiendo lo hallado en los esquemas de Castells o Sklair, pero desaparece el espacio ideológico-cultural. La tecnología, al igual que en la teoría de Castells, toma un lugar preeminente y, pudiendo ser considerada como variable dependiente o independiente, se presenta como factor fundamental para el análisis del cambio. En este entramado redefinido, ya no sirven los esquemas tradicionales que ubicaban a las corporaciones más potentes como autoridades en el espacio conceptual del mercado, y a los estados más poderosos liderando el “sistema de estratificación mundial” (política). Por el contrario, observamos como las diferentes entidades ocupan distintas posiciones en las distintas redes, generando ese entramado complejo que no puede ser gobernado desde ningún punto nodal. El estado pierde la hegemonía en la política, y pasa a ser un agente más en los otros dos, ejerciendo su autoridad con desigual poder en cada caso.

En este entramado, Strange propone una hipótesis de dinámica de cambio basada en un triple movimiento:

– Poder desplazado verticalmente, desde estados débiles hacia estados más fuertes con una capacidad global o regional que va más allá de sus fronteras;

– Poder desplazado horizontalmente, de los estados a los mercados y, consiguientemente, a las autoridades no estatales cuyo poder procede de sus cuotas de mercado,

– Parte del poder “evaporado”, en la medida en que nadie lo ejerce.

Este triple movimiento redefine todas las relaciones de poder y autoridad que conocíamos hasta el momento, y en este nuevo escenario nos vemos obligados a replantear cada ámbito de investigación. En una breve aproximación, Strange plantea la nueva situación de tres aspectos (seguridad, empleo y estabilidad monetaria) que supone serán claves para la estabilidad y viabilidad de la sociedad mundial en el largo plazo.

Otro ejemplo de cómo todas las teorías sustantivas deben ser reconsideradas en el nuevo escenario de capitalismo informacional, es el trabajo de Saskia Sassen (2003), en el que plantea cuestiones relativas al espacio urbano, en función de las lógicas de visibilidad/invisibilidad que las nuevas redes virtuales posibilitan. Aplicando, en cierta forma, la polaridad Red-Ego que planteaba Castells, Sassen se interesa por la reconfiguración de la morfología y la funcionalidad urbana (local) que pasa a depender en gran medida de redes desterritorializadas y transfronterizas (global). En esta tensión, Sassen observa como se dan concentraciones masivas de recursos en puntos concretos de la geografía física, coincidiendo estos puntos físicos con centros nodales de las redes virtuales “desterritorializadas”. Así, por ejemplo, observa como las funciones esenciales de conectividad demandadas por la red, que sólo pueden ser ejercidas por un capital humano concreto con una formación específica, determinan una espacialidad del “centro transfronterizo”. Esta espacialidad específica puede ser observada en ciudades como Barcelona, Johannesburgo, New York o Tokio, todas ellas “centrales” aunque dispersas en el planeta. Lógicamente, esta concentración masiva de recursos en espacios físicos concretos, arrastra una nueva dinámica demográfica que trata de adaptarse al nuevo contexto. La activación de los circuitos “invisibilizados” de migraciones femeninas, que Sassen denomina contrageografías de la globalización, responden en parte a esta reconfiguración de los espacios locales para adaptarse a las lógicas de las demandas globales. Sassen conceptualiza (cartografía) el nuevo rol femenino en la sociedad del capitalismo informacional, y plantea como la mujer contemporánea reinventa este rol para adaptarse (ego) a las exigencias funcionales de las estructuras políticas y productivas (red). Así, Sassen presenta los diferentes circuitos y los elementos importantes a ser considerados, como los circuitos de tráfico de mujeres para la prostitución, las maquilas manufactureras de personal femenino, las empleadas domésticas en estados centrales, las remesas que se envían a los núcleos familiares en los estados de origen… Todos estos circuitos están directa o indirectamente conectados con las condiciones o programas centrales de la economía global, pero no se representan de forma suficiente, y  frecuentemente operan fuera o contra las leyes y tratados internacionales. Estos circuitos son una importante muestra del ambiente institucional creado (nuevo desorden mundial), que posibilita los vínculos entre los estratos más empobrecidos y aislados de las redes globales, con los centros neurálgicos y los organismos con mayor tasa de lucro en el nuevo contexto.

Y es que, si en algo coinciden todos estos autores, es a la hora de señalar la existencia de una “clase capitalista transnacional”[2], que ejerce su autoridad sobre las redes para tratar de configurarlas de acuerdo a sus intereses, buscando la coincidencia entre los intereses globales y los suyos propios. Y una importante cuestión que señalaba Strange es la ausencia de una fuerza neguentrópica, que limitando el uso arbitrario del poder, pueda equilibrar racionalmente las acciones unilaterales de estos centros. Ante la constatación de esa importante ausencia, Strange se plantea si los organismos financieros internacionales (BM, FMI…) podrían ejercer ese papel central moderador, reimplantando un cierto orden sobre el destartalado sistema global. No obstante, esta cuestión se responde por si sola, ya que el propio Strange comprueba la connivencia de las políticas de estos organismos con las mismas entidades estatales y no estatales que concentran la mayor parte del poder.

Muestra de esto también podría ser el análisis pormenorizado de las Políticas de Ajuste Estructural del Banco Mundial en América Latina, que describe Xavier Bonal (2002). En este artículo podemos observar las consecuencias que estas políticas tienen sobre la educación en AL, principalmente una mercantilización del derecho a la educación. Las políticas tenían la intención de “incorporar a AL en la economía global”, y mediante las condiciones a los créditos, el BM configuraba la agenda política de los estados dirigiendo su inversión pública. Estas consecuencias, intentadas desde la fundación de las instituciones del Bretton-Woods pero consagrada en los años 80 del siglo XX, indican que intereses guían al BM a la hora de ejercer sus políticas. Como conclusión del artículo se obtiene el fracaso del paradigma neoliberal como modelo de desarrollo, y la incapacidad de estas instituciones para actuar como potencia neguentrópica que limite a las entidades fuertes de globalización neoliberal[3].

Así pues, frente al apabullante poder de la CCT sin una fuerza que limite su autoridad, la cuestión que se podría plantear es: ¿existe una Clase Obrera Transnacional, su antítesis lógica? Para discutir esta pregunta, deberíamos estudiar los Movimientos Sociales y los Nuevos Movimientos Sociales, y para ello debemos abordar el nivel ideológico-cultural, donde observaremos las controversias que surgen al comparar las ideas de Berger y Sklair.

Esfera Ideológico-Cultural: ¿consumismo o faculty club?

Los dos planteamientos que presentamos sobre el plano ideológico-cultural se oponen radicalmente. Debemos suponer que este enfrentamiento es fruto de los diferentes paradigmas de base que sostiene cada uno. Por un lado, Sklair propone unas PTN de la esfera ideológico-cultural mucho más coherentes con las otras dos esferas. Su concepción de la ideología se basa en la “teoría de la hegemonía” de Antonio Gramsci. Si bien no se postula el tradicional esquema marxista-determinista, según el cual “la estructura determina la superestructura”, al menos se considera una fuerte coherencia de las fuerzas hegemónicas en los tres sistemas, y la esfera ideológico-cultural aparece como el terreno clave de poder y autoridad para el sistema global.

Por otro lado, Berger plantea una especie de “cultura aérea”, que se expande siguiendo sus propias leyes de difusión: contaminaciones y préstamos, “emisiones” e “incorporaciones”. La preeminencia de una u otra cultura en el escenario global se explica usando términos como los de “culturas fuertes” y “culturas débiles”, sugeridas por su colega Samuel Huntington. Una teoría intelectualmente tan pobre adolece de múltiples contradicciones, que se van subsanando tristemente a lo largo del texto, hasta llegar a un enrevesado esquema que nada explica pero todo lo legitima.

Berger esquematiza la cultura occidental hegemónica en el sistema global bajo el par conceptual de “Cultura de Davos” (prácticas y disposiciones dominantes en el campo económico) y “Cultura del Faculty Club” (los valores, creencias y actitudes referentes a justicia y libertad, recogidos en cartas como la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Siguiendo con este planteamiento, propone que la “cultura de Davos” está ya ampliamente extendida, pero esta no supone un cambio importante respecto a las actitudes y creencias. Sin embargo, la “cultura del faculty club”, que se halla en proceso de expansión, generará un cambio importante en los valores de todo el mundo. El relativo retraso de la expansión de estos valores se debe a que, pese a que los discursos y símbolos se están expandiendo realmente, se da un consumo “no sacramental” de estos valores. La alusión al viajante de Arthur Miller, “que conquista el mundo sin nada más que sus zapatos y una sonrisa”, se presenta como la última de las paradojas de este texto, que subvierte totalmente el sentido de la obra para proponer argumentos enrevesados e inverosímiles.

En mi opinión, lo que aquí se presenta como “cultura de Davos” y “cultura del Faculty Club” son en la práctica contradictorias, y es por esto que se da un “consumo no sacramental” de los valores relativos a equidad, Derechos Humanos o sostenibilidad ecológica. Pero para explicar esto, me parece mucho más adecuado el planteamiento de Sklair, que propone el consumismo como la ideología dominante del sistema capitalista global. Este consumismo, materialista e individualista, es mucho más coherente con las prácticas transnacionales hegemónicas en las esferas políticas y económicas. De esta forma reaparece, en los procesos de construcción de identidad, la tensión Ego-Red postulada por Castells. Cuando los sujetos individuales y colectivos tratan de posicionarse defendiendo unos valores, las redes instrumentales hegemónicas hacen que se tienda al polo opuesto (el crecimiento económico, la acumulación privada, la seguridad paranoica contra la convivencia pacífica…). La ideología del consumismo, que choca contra todos estos valores, es perfecta para mantener la hegemonía de CTN y CCT, pero resulta actualmente inviable para definir la identidad en base a valores democráticos. Es por eso que se registra la aparición de Nuevos Movimientos Sociales, de alcance global y repercusión local, que se basan en la definición identitaria de los colectivos y sus miembros.

Cuando planteábamos la posibilidad de una Clase Obrera Transnacional como fuerza limitadora de la arbitrariedad en la autoridad de la Clase Capitalista Transnacional, la imagen que se representa de este Movimiento Social es la propia de los sindicatos obreros de los siglos XIX y XX. Considero que, como la fuerza autoritaria se transforma y se adapta al nuevo escenario, hasta el punto que es difícil identificarla y cuesta denominarla usando los viejos conceptos, igualmente la fuerza neguentrópica está obligada a transformarse y redefinirse, y para ello los viejos conceptos serán más un lastre que un apoyo. Los Nuevos Movimientos Sociales, tal como los presenta Sklair, en la línea de Castells y Alain Touraine (1973), incorporan un fuerte componente antisistémico que amenaza realmente la hegemonía de la CCT, al construirse en la esfera de principal ejercicio de la autoridad y el poder: la ideológico-cultural. Es por esto que pienso que la auténtica fuerza neguentrópica no puede ser una Clase Obrera Transnacional, que nos remita a los viejos esquemas de oposición simple de “una clase contra otra”. En todo caso, este movimiento (reformulado) será uno de los componentes del cambio. El surgimiento de NMS, que al incidir sobre la identidad de los individuos, exigen un elevado nivel de coherencia en las prácticas vitales (consumo sacramental), puede ser un factor de cambio auténtico. No obstante, está presente el riesgo de asimilación de estos nuevos discursos por la ideología hegemónica, que desactivaría toda su potencia al fomentar un “consumo no sacramental” mientras se sigue comulgando con el consumismo.

Ejemplo de estos NMS puede ser el Movimiento Verde que comenta Sklair. Los debates internos que ha recorrido este movimiento desde sus inicios son una muestra de su fuerza potencial y los riesgos de asimilación que se le plantean. Desde los inicios del debate ecológico en los años 60-70, se planteaban los límites al crecimiento que supone la finitud de los recursos. En los años 80, la CMMAD[4] resolvió el debate con el malabarismo retórico del “desarrollo sostenible“, concepto posteriormente encumbrado en Río ’92[5]. La idea de fondo de este concepto es conciliar la ilusión del crecimiento ilimitado con los límites naturales de los recursos (García, 2004). Por contra, este discurso pierde legitimidad entre los movimientos de oposición, y hoy el debate se reaviva entre los partidarios del imposible “desarrollo sostenible”, y los que señalan la necesidad del “decrecimiento” como objetivo. Esto es perfectamente observable en festivales hegemónicos como la Expo de Zaragoza 2008, de un espectacular consenso político y empresarial que, sin embargo, generan significativos movimientos ciudadanos de oposición[6].

Estos NMS parecen señalar el despertar de una ciudadanía global, que comienza a encontrar sus límites de incongruencia tolerable a la hora de sus definiciones identitarias. Nos es imposible seguir manteniendo el modo de vida exigido por el consumismo y al mismo tiempo definir nuestra identidad en base a valores democráticos y pro-derechos humanos. Como Biff, el hijo del viajante Willy Loman al que hacía referencia Berger, descubrimos en un momento dado que nuestros ideales y nuestro estilo de vida no son en absoluto inocentes, y el estupor ante la verdad hace imposible continuar[7]. El último desafío que se presenta para la constitución de esta fuerza neguentrópica pasa por la disyuntiva en el campo cultural. La identidad ciudadana se verá obligada a definirse entre la continuación insostenible, que nos llevará al mismo destino del viajante; o la alternativa de redefinición coherente de los modos de vida colectivos, a pesar de la elevada resistencia que las redes opondrán a este movimiento. Es difícil hacer prospecciones.

BIBLIOGRAFÍA

Berger, P. (2003) “Introducción: las dinámicas culturales de la globalización”. En Berger, P. & Huntington, S. (2003) Globalizaciones múltiples. Barcelona: Ariel.

Bonal, X. (2002) “Globalización y política educativa: un análisis crítico de la agenda del Banco Mundial para América Latina”. Revista Mexicana de Sociología, 3/02

Castells, M. (1997) “Prólogo: la red y el yo”. En: La sociedad red. La era de la información. Madrid: Alianza.

CGT – Grupo de Trabajo de Acción Social de Zaragoza, (2008) Informe CGT sobre Expo Zaragoza 2008. Zaragoza: CGT – ARAGÓN.

García, E. (2004) Medio Ambiente y Sociedad. La civilización industrial y los límites del planeta. Madrid: Alianza.

Kerbo, H. (1998) “El sistema de estratificación mundial”. En Estratificación Social y desigualdad. Madrid: McGraw-Hill.

Sassen, S. (2003) Contrageografías de la globalización. Barcelona: Mapas.

Sklair, L. (2003) Sociología del sistema global. Barcelona: Gedisa.

Strange, S. (2001) “El problema de Pinocho y otras conclusiones”. En La retirada del estado. Barcelona: Icaria.


[1] En la anterior recensión comentamos brevemente los análisis de Touraine sobre los NMS y las “identidades proyecto”, conceptos que serán utilizados en nuestro análisis (en el trabajo práctico) del Movimiento Indígena en Ecuador y su influencia sobre su Nueva Constitución ratificada en 2008

[2] El término es de Sklair. Cada autor utiliza diferentes términos para señalar a ese “grupo dirigente” o “coalición de entidades estatales y no estatales con intereses convergentes”. Se trata de un sector difuso en el sistema global, pero cuyos intereses, funcionalidades y efectos son perfectamente reconocibles y mensurables.

[3] Este artículo ha sido especialmente relevante en nuestro trabajo práctico. Analizábamos el reconocimiento de los derechos culturales indígenas en Ecuador, integrados en el texto constitucional recientemente aprobado. Frente a las políticas de bloqueo del FMI y estados acreedores de su deuda externa, la consolidación de la “identidad colectiva latinoamericana”, plasmada en un proyecto político y económico con potencial emancipador, permiten la canalización de demandas ciudadanas y la asunción de retos políticos como la protección de la diversidad cultural de sus estados.

[4] Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, comisión dependiente de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Redacto un influyente informe en 1988.

[5] Cumbre de la Tierra, Río de Janeiro, 1992.

[6] Informe CGT Expo Zaragoza 2008.

[7] Muerte de un viajante, de Arthur Miller. A fecha de entrega de este trabajo, todavía se puede ver en el “Teatre Lliure” el montaje de esta obra a cargo de Mario Gas. Es igualmente reseñable la adaptación cinematográfica de Volker Schlöndorf, con Dustin Hoffman y John Malkovich en el papel de Biff.

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1 Comment so far

  1.    De la Responsabilidad de las Corporaciones : Treballs i penes d’un estudiant de sociologia on abril 4, 2011 21:03 pm

    […] el mito de unos grupos que, al expandirse por el mundo difunden los valores del mundo occidental (Club de Davos y Faculty Club, que decían Berger y Huntington en Globalizaciones Multiples, […]

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