Alguns Esboços... [Assaigos sociologics de Julio Souto]

SOCIOLOGÍA URBANA

Dossier nº 4:

CHOAY, F. “El Urbanismo: utopías y realidades

LE CORBUSIER “Principios de Urbanismo: Carta de Atenas”

Julio Souto Salom jusousa@alumni.uv.es

I. RESUMEN TEXTOS:

CHOAY, F. “El Urbanismo: utopías y realidades

En el primer texto, Choay nos explica, de forma cronológica y detallada, las diferentes corrientes pre-urbanísticas y urbanísticas desarrolladas desde la revolución industrial, tras el surgimiento de las llamadas ciudades industriales. Las principales corrientes (culturalista, progresista, naturalista) se proponen reordenar el supuesto caos surgido de estas nuevas conglomeraciones, aplicando para ello diferentes formulas en función de un enfoque determinado; ya sea la fe en la razón y el progreso futuro por medio de la técnica, la nostalgia de un orden pasado recurriendo al estudio histórico, o el rechazo directo a toda forma de conglomeración urbana y el anhelo de un estado de reencuentro con la naturaleza.

Tras esto, Choay nos presenta las posteriores críticas que se han desarrollado acerca de estos diferentes modelos, las críticas a los modelos críticos, llamadas “críticas de segundo grado”. Bajo el término “tecnotopía” se critican los modelos progresistas que caen en una idolatría a la técnica que carece de fundamento, que con la coacción fruto de su planificación excesiva acaba imposibilitando las relaciones entre el habitante y su habitat. La llamada “Antropópolis” desarrolla esta idea, y desde diferentes enfoques plantea una ciudad “viva” donde las relaciones entre los habitantes y el entorno cobran mayor importancia, renunciando a modelos estáticos.

En conclusión, Choay rechaza estos modelos urbanísticos por estar sus fundamentos basados en valoraciones ideológicas que acaban determinando una (co)acción arbitraria. En su lugar, se propone un nuevo urbanismo que recupere la significación social de los espacios urbanos, y para ello se plantea el símil del urbanismo como un sistema semiológico global (como un idioma que se haya de conjugar).

LE CORBUSIER “Principios de Urbanismo: Carta de Atenas”

El segundo texto, “La carta de Atenas”, firmada por Le Corbusier, recoge en realidad los principios urbanísticos de los llamados C.I.A.M., congresos representativos de la corriente progresista. En este se explican todos sus fundamentos, basados en unas nuevas concepciones técnicas (nuevas posibilidades industriales) y estéticas (relacionadas con las vanguardias artísticas). El concepto de eficacia cobra especial interés, ya que se pide a la ciudad la máxima utilidad para el hombre. Con este fin, se delimitan claramente las principales funciones humanas (habitar, trabajar, circular, cultivar el cuerpo y el espíritu) y se especifica una delimitación espacial asignada a cada una de estas funciones. Para llevar a cabo estos proyectos, será necesaria una coacción gubernativa, ya que el interés colectivo y los derechos individuales se deben sobreponer al interés individual.


III. PREGUNTAS a desarrollar sobre los dos textos:

  1. Compara las cuatro funciones claves del urbanismo planteadas por le Corbusier con los elementos que según Leal son necesarios para entender los grandes problemas que afectan a las ciudades:

Leal analiza el Urbanismo desde un punto de vista crítico, apoyándose en ideas de sociólogos tan eminentes como Manuel Castells. Según esto, la planificación urbana se hace siempre desde determinadas clases sociales, con un enfoque acientífico, debido a sus intereses clasistas y sus planteamientos ideológicos. Más allá de esta planificación urbana deficiente, Leal añade que en la actualidad la planificación deficiente está dejando paso a una segunda forma de ordenación urbana, si cabe aún más ineficaz y desigual: La política urbana, que en lugar de establecer unos parámetros básicos desde los cuales construir y desarrollar la ciudad, se limita a gestionar los conflictos de intereses que surgen entre los diferentes sectores sociales acerca del entorno urbano. Así, en este permanente conflicto, los grupos con más “poder” (en el sentido webberiano del término) hacen valer sus decisiones sobre el espacio urbano y las relaciones sociales que de él se derivan.

Los planteamientos de LeCorbusier en “la carta de Atenas” encajarían en esta descripción de un planteamiento urbano ideológico, y no científico, ya que en lugar de basarse en parámetros rigurosos desde los cuales acercarnos a la realidad urbana, se basa en valoraciones meramente ideológicas, desde las que se desarrolla un imaginario racionalizado (arbitrario) en el que encontramos términos tan subjetivos como “caos”, “desorden”, “funciones ideales del ser humano-tipo”. Y precisamente de estas funciones ideales es de las que se deriva su modelo urbanístico que pretende hacer pasar por universal, por estar supuestamente basado en las condiciones intrínsecas del ser humano.

Tras un mínimo análisis desde el punto de vista de Leal o Choay, entendemos cuanto de ideológico hay en estos modelos que pretenden ser portadores de la verdad universal. Tras este “orden ideal” que pretende hacer pasar por natural y universal (recordemos las cuatro funciones claves: habitar, trabajar, circular, cultivar el cuerpo y el espíritu) se oculta una ideal del progreso técnico entendidos términos de “crecimiento”, basándose en indicadores económicos del tipo PIB. Le Corbusier plantea el desarrollo de un modelo urbano que pueda devolver el orden a las “caóticas” ciudades, que se presentan desordenadas al no adaptarse al progreso derivado de la modernidad industrial. Para esto, determina antes que nada un sistema de valores que deben ser seguidos para que este ordenamiento se lleve a cabo con éxito. En este sistema de valores, se intenta contraponer en equilibrio los dos polos, supuestamente contradictorios, que son necesarios para el desarrollo pleno del hombre: la libertad individual y la acción colectiva. Pese al intento de mantener el equilibrio, el pensamiento individualista liberal, heredado de la ilustración francesa, se sobrepone, garantizándose en primer lugar los derechos individuales que el desarrollo colectivo de la ciudad.

En la mayoría de las ciudades occidentales influidas por esta corriente ideológica se pueden apreciar los efectos de esta consideración. La concepción utilitarista de la ciudad (espacio urbano al servicio del hombre) tiene mucho que ver con el modo de producción capitalista, donde el trabajo humano, al igual que el resto de las relaciones sociales, son entendidas como un medio, para el fin único englobado dentro del concepto “progreso”. La ciudad es entendida como un recurso más a explotar en beneficio del enriquecimiento, que se presenta como el indicador del bienestar común, del mismo modo que la fuerza de trabajo es entendida como “recursos humanos” que se emplean en el modo de producción capitalista.

Este modelo, pese a no ser muy útil como herramienta para acercarnos a la verdad, ha sido muy fructífera como orientación de las acciones de la política urbanística. La separación funcional entre descanso, ocio, y trabajo, está relacionada con la lógica disciplinaria del capitalismo industrial, y ha condicionado el desarrollo histórico de nuestras ciudades, generando espacios especializados para cada una de estas funciones, además de una tupida red de circulación para desplazarse de un punto a otro de la ciudad, a lo largo de nuestra jornada.

  1. A partir del análisis de Le Corbusier de “la ciudad y su región”, ¿Qué similitudes podemos encontrar con Valencia?

En “la ciudad y su región” Le Corbusier expone las principales ideas que le llevan al posterior desarrollo de su modelo urbano. La principal idea es que la ciudad no debe entenderse como un organismo autónomo, sino como un elemento más de un conjunto mayor: la región; entendida como un conjunto de relaciones económicas, políticas y sociales. Aquí reconoce como estos diferentes factores han afectado al desarrollo de las ciudades, así como la geografía (orografía, clima) o la historia.

A continuación se indica como la revolución industrial supuso una ruptura para todas estas ciudades, al introducir una nueva velocidad mecánica en el ritmo de vida de los hombres, una nueva fuerza de producción. Y según él, a esta renovación en los medios de producción, no le ha seguido una renovación en el ordenamiento urbano, generándose así el “caos”.

Sobre el desarrollo histórico de Valencia ya hablé en prácticas anteriores, a propósito de los textos de F. Chueca y L. Martín. También es cierto que el desarrollo de la región se sobrepone al de la ciudad, y así encontramos a lo largo de toda la historia de Valencia una conjunción entre las comarcas próximas, hasta el punto que nos resultaría difícil delimitar un marco que encajase en la definición de “región”. Actualmente, la economía industrial se desarrolla más que nunca en ejes regionales (denominados Cluster en el argot económico), ya que permiten aprovechar las economías externas que producen los conglomerados industriales. Estos conglomerados industriales fomentan la cohesión regional. En el ámbito valenciano, por ejemplo, podríamos contar los cluster de la cerámica, del mueble o del calzado; o más importante, el desarrollo de una industria del turismo en todo el litoral mediterráneo, que podría llevarnos a determinar una única región de Algeciras a Estambul (como dijo en otro contexto el gran Joan Manuel). Aquí los factores climáticos y geográficos de los que hablaba LeCorbusier se pueden entender como determinantes en la génesis de esta industria.

Y una vez determinado el ámbito de análisis, debemos plantearnos como estos modelos de orientación ideológica están afectando a toda una región. Basándose en la concepción de la ciudad como un objeto, se establece una relación de dominación sobre esta. Los criterios establecidos por Le Corbusier son seguidos en el desarrollo de nuestra región, que crece y se modela de acuerdo a los supuestos designios de la “sociedad”. En realidad, tal y como apuntaba Leal, estas orientaciones modeladoras de la ciudad obedecen a los intereses de una clase social concreta, la hegemónica, que basa su situación privilegiada en las relaciones capitalistas de mercado. Así se puede explicar como, en Valencia, y su región litoral, se desarrolla un modelo de crecimiento basado en las grandes construcciones, principalmente con el fin de crecer en la industria del turismo y el ocio, su principal industria derivada. Lo que últimamente se viene denominando en la prensa nacional como la “oligarquía del ladrillo”, refiriéndose al sector de la construcción, de importante peso porcentual en nuestro PIB y tasas de crecimiento. Es evidente la importancia de los factores políticos y económicos (liberalismo, capitalismo de mercado) que llevan a determinar este modo de desarrollo basado en la explotación de un sector de importante demanda como es el mercado inmobiliario, que en los últimos años viene inflándose hasta puntos exacerbados.

Así, la ciudad, y más concretamente la vivienda, viene a convertirse a la vez en el fin y en los medios del desarrollo de las ciudades, hasta llegar al extremo en que nos encontramos. Las funciones separadas definidas por Le Corbusier (habitar, trabajar…) se mezclan, sosteniéndose unas a otras. El crecimiento y la extensión urbana no son ya un asunto de enriquecimiento o incremento del bienestar, sino una forma de supervivencia para un sistema político-económico.

  1. ¿Qué opinión te merecen las críticas realizadas por Le Corbusier al estado actual de las ciudades? ¿Podemos establecer alguna relación entre la “tecnotopía” planteada por Choay, la “ecumenópolis” de Toynbee, y el problema sobre la “circulación” de Le Corbusier?

Por seguir en el terreno de la metáfora, que tan fructíferamente empleo Toynbee, me referiré a este “desorden” que estos tres actores denuncian en sus textos como una enfermedad. Pues bien, si bien los síntomas detectados en el paciente (la ciudad), encontramos no obstante diagnósticos diferenciados. Y en consecuencia, se podrían suponer diferentes propuestas de tratamiento.

Tanto Choay como Toynbee, al denunciar el desmedido crecimiento urbano, y los consiguientes problemas que plantean en materia de circulación, coinciden en señalar cómo causa un elemento sistémico, de mayor envergadura que un simple error de diseño urbano. Se reconoce que una economía industrial, basada en la expansión constante de la demanda, lleva necesariamente al desarrollo de ciudades adaptadas a este orden económico-social. Si todos los productos son entendidos como objetos manipulables y vendibles, no iba a ser menos la ciudad, y para ello necesitamos un aparato industrial y un soporte urbano en continuo crecimiento, para dar lugar a esta expansión ilimitada. De ahí que aparezca la idea de la “ecumenópolis”, o ciudad única, y se plantee la congestión circulatoria como el principal problema de cara a un futuro próximo. Ciertos cuentos de Julio Cortázar, como “la autopista del sur” o “casa tomada”, me parecen especialmente ilustrativos de este nuevo estado urbano.

Aunque Le Corbusier coincide en señalar este mismo problema como un gran reto para las ciudades de hoy, difiere sobre la causa. Desde su óptica de arquitecto profesional, presuntamente despolitizado, no distingue este tipo de problema de orden sistémico, y se limita a denunciar un “ineficiente” sistema de circulación. De ahí sus propuestas del espacio estallado y las grandes redes circulatorias basadas en el automóvil para moverse entre las ciudades; además de las ideas sobre el crecimiento vertical de las ciudades, como si la tercera dimensión fuera una última frontera que las “ciudades en marcha” de Toynbee se dispusieran a conquistar. En esta propuesta se olvida que la subsistencia del

sistema se basa precisamente en el crecimiento continuo; con lo que cabría preguntarnos hasta qué altura está dispuesto Le Corbusier a levantar sus edificios. Obviamente, esta solución olvida por completo el concepto de “sostenibilidad”, aunque en descargo de Le Corbusier haya que decir que este concepto no estaba tan de moda en su época.

Es este el tipo de modelo que mejor encajaría en lo que Choay llama “tecnotopía”, el lugar de la técnica. Lejos de la ciencia, este tipo de urbanismo “tecnotópico” se dedica al uso y abuso de la técnica sin saber acercarse a la realidad social a la que intenta servir. Entendiendo a los habitantes como seres humanos estandarizados, objeto de las relaciones sociales, se cae en un paternalismo que acaba negando toda posibilidad de interacción dialéctica entre ciudad y ciudadanos, habitat y habitantes.

IV. OPINIÓN PERSONAL

En una viaje a Francia tuve ocasión de visitar una de las “Unité d’habitation” de Le Corbusier, en Firminiy (Saint-Etienne). Recuerdo que la construcción, aunque no tenía un aspecto exterior muy diferente a los grandes bloques de viviendas de nuestras ciudades, me resultaba extrañamente fascinante. Al visitarla interiormente, observando las células de habitación, los auditorios diseñados tomando como medida cánones parmenideos… todo me recordaba en cierta forma las novelas utópicas (o anti-utópicas) como “El mundo feliz” de Aldous Huxley, o el “Walden Dos” del conductista B.F. Skinner. Algo chirriaba entre tanta perfección. Ese humanismo no era humano.

Destacaría a Le Corbusier como un buen diseñador sobre el abstracto, demostrando en sus dibujos gran dominio de las formas puras e invariables, que tan relevantes son para la armonía y la estética, diseños parecidos a los de Kandinsky o Klee. Pero como es cada vez más frecuente en los artistas de nuestra época, acaba estableciendo una relación de arbitraria dominación sobre sus creaciones, en lugar de mantenerse a una prudente distancia, entendiendo su obra como un sujeto autónomo y aprovechar las potenciales relaciones dialécticas surgidas de esa “conversación”, tanto del autor con su obra, como de ésta con su público (o en este caso, con sus habitantes). Lo peor del caso es que este terrible error, cuando se da en un pintor o en un cineasta, puede, como mucho, acabar aburriendo a un público incondicional sediento de distinción. Pero al pretender diseñar ciudades, Le Corbusier está anulando la vida de los cientos o miles de habitantes que “utilicen” sus ciudades.

Como propuesta relevante, señalaría las conclusiones del texto de Choay, donde se relaciona el urbanismo con un sistema semántico, por ser portador de significado. Esa observación debería no ser nunca olvidada, y muy tenida en cuenta al desarrollar los proyectos de desarrollo de las ciudades. Si la única forma de mantener la coherencia, la cohesión, y la adecuación en el lenguaje, es el dominio de este sistema, lo mismo debería decirse sobre el diseño de las ciudades. Pero no se puede olvidar que para que este sistema sea coherente con el resto de sistemas en los que está envuelto, adecuado a su momento histórico, no puede evitar responder a las formas y desarrollos que estos le infunden. Si se plantease la posibilidad de cualquier cambio en la dinámica urbana, debería ser englobado dentro de un marco de cambios estructurales; de cualquier otra forma esta renovación sería inviable. Y viceversa: ningún cambio social será posible hasta que se replantee el estado de las ciudades.

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